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domingo, octubre 31, 2004 Pareciera que crecer es ir coleccionando cada vez más "necesidades" para ser feliz. Y estoy seguro que envejecer es ir descartándolas una a una, hasta quedarnos con las dos o tres que valen la pena. Por supuesto, ya demasiado viejos para poder disfrutarlas. x 6:42 p. m. viernes, octubre 01, 2004 "Nada más silencioso, en la noche, que el barrio de los bancos. Probablemente por contraste, por el violento ajetreo de estas calles durante el día; por el ruido, la inenarrable confusión, el apuro, la inmensa multitud que allí se agita durante las horas de oficina. Pero también, casi con certeza, por la soledad sagrada que reina en esos lugares cuando el dinero descansa. Una vez que los últimos empleados y gerentes se han retirado, cuando se ha terminado con esa tarea agotadora y descabellada en que un pobre cajero manipula millones, y en que verdaderas multitudes depositan con infinitas precauciones pedazos de papel con propiedades mágicas que otras multitudes retiran de otras ventanillas con precauciones inversas. Proceso todo fantasmal y mágico pues, aunque ellos, los creyentes, se creen personas realistas y prácticas, aceptan ese papelucho sucio donde, con mucha atención, se puede descifrar una especie de promesa absurda, en virtud de la cual un señor que ni siquiera firma con su propia mano se compromete, en nombre del Estado, a dar no sé qué cosa al creyente a cambio del papelucho. Y lo curioso es que basta con la promesa, pues nadie, que yo sepa, jamás ha reclamado que se cumpla el compromiso; y todavía más sorprendente, en lugar de esos papeles sucios se entrega generalmente otro papel más limpio pero todavía más alocado, donde otro señor promete que a cambio de ese papel se le entregará al creyente una cantidad de los mencionados papeluchos sucios: algo así como una locura al cuadrado. Y todo en representación de algo que nadie ha visto jamás y que yace depositado, dicen, en Alguna Parte, sobre todo en los Estados Unidos, en grutas de acero. Y que toda esta historia es cosa de religión lo indican claramente palabras como créditos y fiduciario. Decía pues que esos barrios en la noche quedan más desiertos de gente que ningún otro, pues allí nadie vive de noche, ni podrá vivir, en virtud del silencio que domina y de la tremenda soledad de los gigantescos halls de los templos y de los grandes sótanos donde se guardan los increíbles tesoros mientras duermen ansiosamente, con píldoras y drogas, perseguidos por pesadillas de desastres financieros, los poderosos hombres que controlan esa magia. Y también por la obvia razón de que en esos barrios no hay alimentos, no hay nada que permita la vida permanente de seres humanos, o siquiera de ratas o cucarachas; por la extremada limpieza que existe en estos reductos de la nada, donde todo es simbólico y a lo más papeloso; y aun esos papeles, que podrían representar cierto alimento para polillas y otros bichos pequeños, son guardados en formidables recintos de acero, invulnerables a cualquier raza de seres vivientes". Sobre héroes y tumbas (Fragmento) - Ernesto Sábato x 7:40 p. m. |